Lo
primero que veo al abrir los ojos es el blanco sucio del techo. Estoy
tumbado en algún tipo de sofá y me siento algo aturdido. Giro mi
cabeza a la derecha, y a lo lejos, veo una barra de bar, detrás una
camarera rubia recoge y limpia unos vasos. En una de las esquinas de
la barra, un cliente sentado en un taburete, disfruta de una cerveza.
O eso creo, porque no consigo enfocar bien mi mirada y lo percibo
todo envuelto en una especie de niebla, borroso. Deduzco que vuelvo a
estar borracho, tumbado esperando a que se me pase la tajada. A unos
metros de mí, a mis pies, está el gordo de los martes leyendo su
cuaderno. No consigo entender qué coño pinta un tipo así en un bar
como este, me lo he encontrado varias veces y siempre está igual,
sentado sin decir nada, leyendo.
Mi
cabeza se pierde, me mareo, creo que hoy me la he cogido buena. Por
un momento pienso que bebo demasiado, tal vez debería dejarlo, luego
observo mi vida y declino esa idea. Inspector de policía mentiroso, fracasado y ex-marido cornudo, justifican con creces mi ingesta
diaria de alcohol. No sé muy bien cuando perdí las riendas, pero
pensar ahora en ello creo que es idea nefasta.
Vuelvo
a centrarme en lo que sucede en la barra. La camarera rubia está
hablando con el cliente del taburete. Ambos parecen disfrutar de la
conversación, ríen y coquetean sin importarles mi presencia ni la
del gordo. Intuyo que son pareja y se certifica mi sospecha cuando
ella lo besa. Siento un pinchazo que atraviesa mi pecho, no soporto
verlo, hace tiempo que el amor me repugna. Imagino que él está
esperando a que ella cierre el bar y poder disfrutar de una noche
apasionada. Pero yo no pienso facilitárselo, lo siento, pero no voy
moverme de donde estoy hasta que no se me pase la borrachera, y por
lo que veo, el gordo tampoco tiene mucha intención de marchase por
ahora, eso de algún modo me tranquiliza. Su noche de pasión tendrá
que esperar.
Oigo
como se abre la puerta del bar y un nuevo cliente aparece en escena.
La camarera se aleja de su amante al verlo y parece asustada. Creo
que el nuevo cliente lleva un arma en su mano, al estar el apunto
cerrar, sospecho que esto es un vulgar atraco. Mi deber como policía
me obliga a actuar, pero estoy fuera de servicio y borracho, así que
espero que la rubia le entregue la recaudación del día y lo deje
marchar, en cinco minutos todo se habrá acabado. Miro al amante
deseando que no le dé por hacerse el héroe, eso siempre termina
mal. Parece que no, levanta sus manos y se queda quieto en su
taburete, bien hecho. Pero suena un disparo y cae fulminado al suelo,
tengo que intervenir, aunque no quiero. Trato de incorporarme pero no
lo consigo, estoy inmovilizado. Mi cuerpo no responde, algo lo
retiene. Tengo que intervenir me repito, pero no puedo, no quiero. La
ira crece en mi interior, no puedo seguir mirando, pero el gordo me
obliga a verlo. ¡Es el gordo! Ya no lee su cuaderno y ahora me mira
fijamente, no sé como demonios lo hace, pero es él quien me
paraliza y que obliga a mirar. Esto no es un atraco. ¡Es un
asesinato y quieren que yo lo presencie!. La he cagado. Un nuevo
disparo y la rubia cae sin que yo pueda hacer nada. El asesino y el
gordo están juntos en esto, yo soy su único objetivo, pero ¿por
qué?. Oigo los gritos de agonía de la camarera y son como alfileres
que se clavan en mi cerebro. El asesino se está acercando a mí,
trato de gritar y de moverme pero es imposible. Estoy perdido, lo sé,
en un intento desesperado suplico mentalmente al gordo que me libere,
y por primera vez, lo escucho hablar ”no, esta vez no”.
Estoy
aterrado, aunque no temo por vida. El asesino está tan cerca de mí
que su respiración se confunde con la mía. Su cara está cubierta
de sangre pero sigo viendo todo borroso. Bajo mi mirada pero el gordo
me obliga a mirar a los ojos del asesino. Mi cuerpo trata de
impedirlo y le invade el dolor mas espantoso que jamás he sentido, y
ese momento por fin lo veo. Miro y veo al asesino.
-Un,
dos, tres ¡Despierta!