Hace unos cuantos años, perdí gran
parte de mi cuerpo en este claro del bosque. Lo dejé tumbado sobre
la hierba mientras yo paseaba entre las nubes. Pensé que a mi
regreso seguiría tal y como lo dejé, pero no fue así. Hallé mi
cabeza con carita de niña buena asustada, las manos, las piernas y
los pies. El resto había desaparecido. Alguien debió aprovechar mi
ausencia para llevárselo. Estaba, literalmente, destrozada. Hasta
que tuve la genial idea de reconstruirme. Para hacerlo, cogí hojas
de los árboles y hierba de la pradera, y poco a poco les fui dando
forma. No fue una tarea fácil, y por eso, al terminar me sentí muy
orgullosa del resultado. Sin pretenderlo, me había convertido en una
Mujer Bosque.
Y así he crecido hasta hoy, teniendo
una mitad humana, y otra vegetal. Pero me siento cansada. Cansada de
odiar el bosque, cansada de odiarme a mí y, sobretodo, cansada de
odiarte a ti, papá.
Solo quiero recuperar lo que me robaste.