-Creo que ya lo he entendido,
maestro. Son como niños subidos en un columpio. Están tan absortos en su propia
diversión que no se dan cuenta de que siempre están en el mismo sitio. Se
mueven, sí, pero en realidad están quietos. Aunque, maestro, no son niños,
acabarán descubriendo la verdad.
-Claro que lo harán, pero hallarás tu propósito si consigues que nunca
bajen de ese columpio.
-¿Y qué he de hacer, maestro?
-Debes encontrar el momento idóneo para incrementar su balanceo.
Empújalos fuerte y aparecerá su miedo.
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