Érase un hombre a una tripa
pegado,
érase una panza inmensa,
infinita.
Érase la decadencia de Afrodita
en un mar de grasa encolerizado.
Érase un abdomen desfigurado
era una curva de sebo inaudita,
lípidos frente a la estatua bendita,
del monumento al gimnasio olvidado
Érase la asesina de la dieta
era la constancia que apenas dura,
érase la carga que Atlas sujeta
¡y paralelo cero por cintura¡
Era la muerte de la silueta
a manos, del tocino y la gordura.
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